¿Quién es el Maestro?
Joy Mills
Joy Mills nos invita a explorar la idea del Maestro y cómo se relaciona con nuestra propia conciencia interior.
En La Escala de Oro, la hermosa y concisa declaración dada a sus estudiantes por H. P. Blavatsky, dos de los peldaños contienen referencias al Maestro:
"un leal sentido del deber hacia el Maestro, y una obediencia voluntaria a los mandatos de la Verdad, una vez que hayamos puesto nuestra confianza en ella y creamos que el Maestro la posee"
Para el estudiante sincero que está tratando de guiar su vida por los preceptos dados a conocer por HPB, la pregunta surge inevitablemente: ¿Quién es el Maestro? Esta es una pregunta particularmente relevante en estos días, cuando la llamada "industria de los gurúes" produce un nuevo "modelo" casi todos los años. Antes de que uno pueda experimentar un leal sentido del deber hacia otra persona, y ciertamente antes de que podamos obedecer voluntariamente a los mandatos de la Verdad procedentes de la misma persona, uno necesita tener cierta seguridad de que esa persona es poseedora de la Verdad.
Entre los conceptos básicos presentados ante el estudiante de la filosofía teosófica, está la idea de que existe y ha existido a través de toda la historia humana, una jerarquía de Adeptos. Muchos que han leído la historia de la Sociedad Teosófica reconocen que los responsables de su establecimiento en el mundo atribuyeron sus ideales y los mensajes que debían entregar, a ciertos Maestros espirituales, Mahatmas, o Maestros de Sabiduría. En consecuencia, el estudiante de Teosofía, ascendiendo por los peldaños de La Escala de Oro, puede automáticamente identificar al Maestro con uno u otro de los Mahatmas a quien alude Madame Blavatsky. Pero tal identificación realizada sin pensar no responde necesariamente a nuestra pregunta. Incluso si uno acepta que la referencia a La Escala de Oro tiene relación con el propio Maestro de HPB, ¿cómo podríamos tomar contacto con ese Maestro (como nuestro propio Maestro) de una manera que nos genere la más profunda confianza de que en realidad se halla en posesión de una verdad que debemos obedecer?
El asunto completo se complica aún más, debido a un factor que se enfatiza una y otra vez no sólo en la literatura teosófica, sino en toda la genuina literatura ocultista. Ese factor es la necesidad de que todo estudiante piense independientemente y llegue a sus propias conclusiones, para que desarrolle una medida de autosuficiencia, en vez de seguir ciegamente los dictados de otra persona. De modo que el asunto se torna muy sutil. ¿Cómo ser leal a un Maestro que no conocemos, y al mismo tiempo aceptar la necesidad de pensar las cosas por uno mismo? ¿A quién debemos ser leales, y en qué consisten la lealtad o la obediencia voluntarias?
Cuestión de Autoridad
Podemos ser leales a un buen amigo, deseando defender a ese amigo bajo todas las circunstancias porque lo consideramos básicamente una persona honesta, recta y moralmente ética. Otorgamos valor al buen juicio de ese amigo y a menudo aceptamos su consejo. Decimos conocer a nuestro amigo y que podemos confiar implícitamente en él. Pero no conocemos al Maestro, y a pesar de que no conocemos a esa persona directamente, tenemos a menudo la tendencia a aceptar, sin pensar mucho, lo que otras personas nos dicen que proviene de ese Maestro. Eso nos lleva inevitablemente a considerar qué es lo que para nosotros constituye una autoridad. Todos aceptamos distintas autoridades en diversas áreas de nuestra existencia, y en muchos casos nos sometemos voluntariamente a ellas sin pensarlo. Por ejemplo, si nos hallamos en una ciudad extranjera y pedimos que se nos indique una dirección, asumimos que una persona vestida de policía nos va a dar la dirección correcta. Si consultamos a un médico, asumimos que nos dará un diagnóstico correcto, hasta el punto de que si decidimos consultar una segunda opinión acerca de tal diagnóstico, buscamos a otro médico. Investimos a diferentes individuos de autoridad, porque consideramos que están debidamente calificados en determinadas áreas profesionales, y aceptamos con frecuencia lo que nos dicen sin dudarlo.
Sin embargo, en los asuntos relacionados con nuestro desarrollo espiritual, es necesario ejercer un mayor cuidado y entender con claridad lo que estamos haciendo antes de aceptar a autoridad alguna. Hay personas que, como bien sabemos, aceptarán solamente las palabras de H. P. Blavatsky como una autoridad; en cambio, para otras, Annie Besant, o C. Jinarajadasa, o G. de Purucker, o W. Q. Judge, constituirán la autoridad final en asuntos esotéricos. En tales casos, lo que surge es una aceptación incondicional de cuando la persona ha dicho o escrito. Tendemos a citar a esa persona casi continuamente, sin discutir las cosas en forma independiente, sobre la base de nuestro propio juicio y conocimiento, sino de la presunta autoridad que uno ha aceptado sin pensar. Si pertenecemos a una escuela esotérica u ocultista, podemos llegar a experimentar una cierta medida de seguridad con simplemente seguir lo que el director de esa escuela nos dijo que aceptáramos. En tal caso, sin embargo, hemos fallado en reconocer el principal indicio de legitimidad de las escuelas de ocultismo, y es que el Maestro nunca le quita al discípulo la responsabilidad de tomar sus propias decisiones. En toda tradición oculta auténtica, cualquiera que sea la promesa efectuada, ella representa un solemne compromiso con nuestro propio Ser Superior. En la tradición budista, por ejemplo, se dice que no existe quien pueda hacer que un aspirante se convierta en Bodhisattva. Tal promesa sólo puede hacerse al propio Ser. Y la única autoridad que podemos reconocer es la de ese Ser, sabiendo que la violación de ese compromiso solemne le separará a uno, no de alguna autoridad o Maestro externo, sino de nuestro Ser Superior, que es el centro mismo de nuestra existencia.
De modo que el asunto se resume en determinar la forma en que podemos ponernos en contacto con ese Ser superior, ese Ser que al invocarlo nos asegure que el sendero que tomamos es el apropiado para nuestro avance espiritual.
Y si ésta es la autoridad definitiva, el verdadero Maestro, necesitaremos guía para ponernos en contacto con ese Ser Superior. Para proveer tal posibilidad, siempre han existido las escuelas de ocultismo en este mundo, pero las indicaciones ofrecidas son generalmente difíciles de comprender y casi siempre paradójicas en su naturaleza, porque requieren tanto una obediencia voluntaria a los dictados de la Verdad, como el desarrollo de un espíritu autosuficiente en la batalla, de modo que ninguno de estos dos aspectos acepte o rechace algo sin una cuidadosa consideración y referencia a nuestra percepción interna. Si bien toma cierto valor que el estudiante sincero llegue a pensar independientemente, no hay sustitución alguna para el coraje espiritual que se necesita para examinar cada idea que se nos presenta. A menos que estemos dispuestos a aceptar responsabilidad por nuestros pensamientos, decisiones, y creencias, es poco probable que nos transformemos en genuinos conocedores de la Verdad.
Cuestión de Responsabilidad
¿Cuál es, entonces, el criterio que debemos seguir? Tal vez sencilla y simplemente debemos comenzar por el punto donde nos encontramos, a pesar de que éste sea a menudo difícil en las exigencias que nos impone. Esto significa que debemos aprender a aceptar nuestra condición presente y operar dentro de la órbita de cuanto creamos saber o no. Uno puede engañar a los demás dándoles la impresión de que uno sabe más de lo que sabe, ¡pero es imposible engañarse a sí mismo! Aceptar nuestro "desconocimiento", no significa adoptar una credulidad manifiesta. Por el contrario, es una admisión honesta de que, si bien no es mucho lo que sabemos, sólo podemos incrementar nuestro conocimiento y entendimiento con la certeza de saber ciertas cosas. Inevitablemente, en esta etapa inicial, podemos recurrir a otras personas que parecen hallarse en situación de poder enseñarnos. Podemos recurrir a libros que intuitivamente podemos colegir que contienen un aura de autenticidad, no tanto porque ofrezcan lo que suponemos sean verdades definitivas, sino porque parecen llevarnos en la dirección donde yace la Verdad.
Sin embargo, cuando recurrimos a una autoridad externa, tenemos que asegurarnos de saber lo que estamos haciendo y estar dispuestos a asumir responsabilidad por nuestra elección y aceptación de ese Maestro externo. En otras palabras, si algo sale mal (lo cual podría ocurrir) y nos metemos en problemas, ¡tendremos que estar dispuestos a admitir que la elección que hicimos es la que nos metió en ese embrollo! ¡Cuánto más fácil no es en tales ocasiones culpar al Maestro!
Nos gusta decir: "Pero es que el Maestro me dijo que hiciera eso", o "¡Yo sólo estaba siguiendo las indicaciones de ese libro!" Pero, ¿quién escogió a ese Maestro, y quién escogió ese libro? También podría ser que hubiésemos escuchado sólo la mitad de lo que nos dijo el Maestro, o que hubiésemos leído sólo una parte del libro. El asunto es que si citamos a otra persona que creemos que tiene un mayor conocimiento que nosotros, esto es algo que debemos hacer producto de nuestra propia y profunda convicción de que lo que se nos ha dicho nos parece verdadero. No utilizamos a nuestras "autoridades" para silenciar las "autoridades" de otros, ino que empezamos a confiar en la silenciosa autoridad interna de nuestra propia percepción, humildemente conscientes de que, probablemente, aún no somos capaces de percibir la Verdad en su totalidad. A medida que procedemos mediante el estudio y la meditación a la comprobación de ideas considerándolas a la luz de nuestra propia capacidad intuitiva y la que nos proporciona el escenario de la existencia diaria, ganaremos en forma natural una mayor medida de confianza y una mayor certeza, y de esa confianza surgirán nuevos conocimientos. Aunque parezca paradójico, el conocimiento sólo crece mediante el conocimiento.
Cuestión de Origen
Este aspecto podemos analizarlo desde otro punto de vista en nuestros esfuerzos para identificar al Maestro. Una de las dificultades que confronta el estudiante serio de Teosofía, especialmente cuando lee los materiales originales de la Sociedad, es saber quién escribió qué. Esto puede parecer una declaración extraña, pero incluso un examen superficial de los hechos en torno a la producción de trabajos tales como La Doctrina Secreta y Cartas de los Mahatmas a A. P. Sinnett, (para mencionar sólo dos ejemplos de textos citados con frecuencia) revela de inmediato el problema.
Consideremos el asunto por un momento: el nombre H. P. Blavatsky aparece como la autora de La Doctrina Secreta, pero ¿quién era H.P.B.? Primeramente, tenemos ante nosotros a una mujer poseedora de ciertas características y rasgos de personalidad peculiares -una encarnación que confundía a los expertos, podríamos decir. Y también hubo un ocultista altamente avanzado que prestó servicio conscientemente como mediador entre quienes ella consideraba como sus Maestros Adeptos y el mundo que la rodeaba. Más aún, si vamos a aceptar los testimonios de quienes la conocieron, ella abandonaba en ocasiones sus vehículos para que sus Maestros los pudieran usar directamente. Sin efectuar un estudio detallado acerca del misterio de quién era H.P.B., nos vemos confrontados directamente con la cuestión de cuáles fueron las frases y declaraciones de La Doctrina Secreta que fueron realmente escritas, en esta múltiple complejidad, por quien usaba el nombre de H. P. Blavatsky. ¿Podemos nosotros, mediante nuestro propio pensamiento, percepción intuitiva, y capacidad para comprender, considerar cada declaración hecha en esos volúmenes basándonos en sus propios méritos? Y para más confusión, surge incluso la pregunta de quién escribió y quiénes fueron los verdaderos autores de las famosas cartas atribuidas a dos Maestros Adeptos, que incluso llevan sus firmas, dirigidas a A. P. Sinnett, A. O. Hume, y a otros. Hay declaraciones en las cartas que hacen notar que en varias ocasiones éstas fueron transcritas por discípulos, pero ocurre que, según se nos dice, tales discípulos se hallaban en diferentes niveles de desarrollo en cuanto a sus capacidades ocultas. Otras declaraciones hechas en las cartas sugieren la utilización de diversos métodos para su composición, incluyendo la "precipitación". En algunas ocasiones, las cartas fueron escritas personalmente por el Maestro y firmadas al final de la comunicación. No es nuestra intención examinar aquí esta cuestión en detalle, sino más bien resaltar el simple hecho de que sea cual sea la fuente de la cual procedan las enseñanzas que estemos considerando como instrucción e inspiración, no se nos exime de la necesidad de pensar independientemente, si lo que deseamos es descubrir la verdad por nosotros mismos.
Consideremos nuevamente el asunto del origen de las Cartas de los Mahatmas. Algunas de ellas, se nos dice, fueron producto de discípulos que posteriormente fueron considerados como "fracasos". ¿Invalida ello el contenido de tales cartas? Podríamos preguntar qué es lo que constituye "un fracaso", porque en cierto sentido el fracaso significa simplemente que el individuo se vio frente a algo que no pudo lograr. Sin embargo, ¡honremos a quien aspire a las alturas aunque al buscarlas fracase! La tradición oculta revela que quienes fracasen en un ciclo podrían llegar a ser Dhyan Chohans en el próximo. Ciertamente, en la vida espiritual es mejor poner nuestra vista más allá de lo que podemos alcanzar, en vez de conformarnos con las órbitas inferiores de nuestros puntos de vista.
De modo que al margen de si las cartas fueron escritas por los propios Maestros o fueron comunicadas a través de chelas, sigue habiendo en ellas un algo que inspira la mente y agita el corazón. Percibimos en ellas una validez inherente en la enseñanza que revela la existencia de un Maestro. La cuestión de su origen pasa a un segundo plano, cuando lo que deseamos no es la utilización de las cartas para citar una autoridad externa a nosotros, sino como un desafío para vivir la vida y descubrir nuestro propio sendero hacia la liberación. Cuando el asunto se contempla bajo esa perspectiva, la enseñanza que revela la existencia del Maestro apunta con mayor claridad hacia el Maestro interno -nuestro propio Ser Superior.
Reconociendo entonces al Maestro en las enseñanzas que se reciben desde fuera de nosotros, nos volcamos internamente para comprobar su validez mediante nuestra obediencia a los mandatos de la Verdad. Leales a la visión interna, hallamos los horizontes de nuestro conocimiento por siempre expandiéndose, descubriendo que aquello que parecía ser un Maestro externo es en realidad el verdadero Maestro Interno, porque Maestro sólo hay uno, el Atman Supremo, en quien reside toda la Verdad. Es a ese Maestro a quien nos comprometemos a cumplirle, y ésa es la Verdad que aceptamos voluntariamente. "Vive tu vida adecuadamente y alcanzarás la sabiduría", ha sido siempre el dictado de todas las genuinas escuelas de ocultismo. Tal vez se nos diera una clave en una simple declaración que se encuentra en las Cartas de los Mahatmas. Importa muy poco quién haya escrito esas palabras -Maestro o discípulo. Lo importante es que nos parecen verdaderas: "Yo puedo acercarme más a usted, pero es usted quien deberá atraerme purificando su corazón y desarrollando gradualmente su voluntad. Como ocurre con la aguja, el Adepto sigue a aquéllo que lo atrae". (Carta de los Mahatmas #47, en la edición cronológica). Ya sea si el Yo de esa declaración es un Mahatma externo, o si se trata del Ser Superior de cada aspirante genuino, ese Maestro-Atman que vive en su corazón es algo menos importante, que los simples requerimientos para alcanzar la Verdad. Los requerimientos impuestos en todas las edades para aquel que quiere saber quién es el Maestro son: un corazón puro, henchido de amor y compasión; una voluntad basada en una firmeza de propósito; una fidelidad al deber que nunca se intimide ante los fracasos o los éxitos; y serenidad bajo todas las circunstancias lo que nos llevará finalmente a comprender la Verdad Suprema, donde la enseñanza, el Maestro, y quienes la han aprendido, son uno.
Publicado en el Vol. XCIX de la revista The Theosophist, Junio de 1978
La Teosofía no explicada
Rohit Mehta
El autor analiza la necesidad de una actitid de investigación constante para evitar la pérdida de vitalidad asociada al enquilosamiento en conceptos establecidos. Rohit Mehta plantea varias incógnitas a investigar en la Teosofía moderna.
Como sea que uno se mueve en diferentes áreas del mundo teosófico, en estos días escucha a menudo por todas partes esta exclamación: "Hay un descenso en el ritmo de las actividades y los miembros y el público no parecen demostrar demasiado interés en las charlas y en las conferencias que se celebran en los diferentes grupos de la Sociedad Teosófica”.
Ascenso y descenso en el trabajo son naturales, no sólo en las organizaciones sino también en la vida de los individuos.
Los movimientos y las organizaciones pierden su ímpetu inicial. Este es el principio de la entropía enunciada por la ciencia moderna. Es verdad que la energía no puede destruirse ni crearse. Pero, con el paso del tiempo, un organismo experimenta pérdida de energía aprovechable; se nos dice que esta disminución de energía es un proceso irreversible, de suerte que la energía perdida no puede recuperarse.
Esto es cierto en cuanto a los sistemas mecánicos se refiere. Una máquina no puede regenerarse y necesita un impulso de energía nueva que tiene que llegar desde el exterior, si es que tiene que ponerse en marcha de nuevo. Pero ese no es el caso de los sistemas no mecánicos. En un organismo vivo la energía perdida puede recuperarse.
HPB se refiere probablemente a este hecho de la reversibilidad cuando escribe en La Clave de la Teosofía:
Esfuerzos parecidos al de la Sociedad Teosófica han terminado, hasta ahora, en fracasos porque más pronto o más tarde han degenerado en sectas, han establecido firmes y severos dogmas propios y de este modo pierden gradual e imperceptiblemente esa vitalidad que sólo la verdad viviente puede comunicar.
Nuestras sociedades y organizaciones sólo pueden poseer ese toque de la verdad viviente a través de los individuos. Es a ellos a los que incumbe su regeneración. Pero, ¿qué se entiende por verdad viviente?.
Con seguridad que la verdad viviente tiene que diferenciarse de la verdad conceptual. Cuando los individuos que componen una sociedad viven con la verdad conceptual, entonces no se diferencian de las máquinas. Una verdad conceptual es lo que la mente ha reunido; es la invención del pensamiento y no hay vida en ella.
Lo que HPB. sugiere en el pasaje antes mencionado es la verdad conocida sólo por un organismo viviente.
En otras palabras, el proceso reversible de la distribución de energía sólo puede experimentarse por un ser vivo que no se sienta satisfecho con los simples conceptos e ideaciones. Es el apego a la verdad conceptual lo que da nacimiento a dogmas y sectas.
Pero, ¿cómo es la verdad conceptual que tiene que transformarse en verdad viviente? ¿ Qué es lo que caracteriza la falta de vida?
Seguramente la falta de vida indica una incapacidad de conciencia. Un ser viviente tiene conciencia de lo que le rodea y tienen un libre intercambio con las circunstancias externas; da y también recibe.
Cuando este ritmo de dar y recibir prosigue sin interrupción un organismo viviente revierte la corriente de su energía.
Una de las definiciones del yoga es que se trata de una reversión de conciencia. O bien, tal como dice HPB. en La Voz del Silencio:
la rosa debe convertirse de nuevo en yema; el discípulo debe volver a recuperar la infancia perdida.
Estar imbuido de la verdad viviente es encontrarse en un estado de vulnerabilidad. J.Krishnamurti dice: "Vivir es ser vulnerable". Así pues, la falta de vida se asocia con una condición vulnerable, y sólo la persona vulnerable es la que puede conocer el secreto de la renovación. Cuando las organizaciones, a través de sus miembros individuales, viven en un estado de vulnerabilidad, entonces hay un proceso continuo de renovación. Cuando estos individuos pierden la vulnerabilidad entonces se convierten en una secta y su filosofía se convierte en un dogma y en un credo. Esto es lo que HPB. quiere decir, porque cuando los dogmas y los credos llegan a la existencia, entonces se va perdiendo imperceptiblemente la vulnerabilidad inicial. Es sólo a través de los individuos que puede recuperase esta vitalidad.
La Sociedad Teosófica se ha enfrentado a muchas crisis en su historia y las ha superado con éxito. Sin embargo, estas crisis eran principalmente crisis estructurales a las que se pudo hacer frente por medio de cambios estructurales.
Pero la crisis actual es diferente.
Hay una crisis filosófica que exige un cambio en el modo de pensar de las personas, no simplemente un cambio en la forma del pensamiento. Esto ha originado la tendencia descendente de entusiasmo entre los miembros, debido a lo cual éstos también se enfrentan con el descenso gradual del ritmo del trabajo.
Esta aguda crisis de energía no se puede afrontar simplemente recordando a los miembros sus promesas y sus compromisos. Eso sería igual que hostigar un caballo cansado. Con este hostigamiento el caballo puede verse obligado a avanzar un poco, pero después pronto se detendrá y se negará a moverse porque no tiene energía. Tiene que haber un súbito acrecentamiento de nueva energía ya que de otro modo los individuos, y con ellos las organizaciones, caminarán rápidamente hacia lo que la ciencia llama “equilibrio termodinámico”, una frase que indica muerte y extinción.
¿Cuál es la salida para esta crisis aguda de energía, presente en todas partes y en todos los caminos de la vida?
La S.T. se está enfrentando a esta crisis que no puede ser resuelta simplemente remendando las formas de nuestras actividades externas, ni cambiando el contenido de los programas o lanzando nuevos conferenciantes al ruedo.
El problema es mucho más serio porque no se trata precisamente de una crisis estructural, sino de una crisis más profunda que afecta nuestra manera de pensar y de actuar.
Lo que actualmente necesitamos es una nueva vitalidad para nuevos modelos de acción. Este resurgimiento sólo es posible para un organismo que esté imbuido de un espíritu lleno de vida. Estas funciones vitales actúan solamente en un organismo que esté abierto en el que hay un libre intercambio con todo lo que le rodea, sea físico, biológico o psicológico.
HPB habló de una “mente abierta” en su Escalera de Oro. J.Krishnamurti, también insiste en la necesidad de una apertura; no un organismo abierto a algo, sino en estado de apertura. El organismo que está abierto a algo es, en realidad, un organismo cerrado.
Krishnamurti señaló lo que él quería decir por apertura con una frase que es el título de uno de sus libros: "Liberarse de lo conocido”.
Es lo conocido lo que crea un estado que denota una condición que es la antítesis de la apertura. Un organismo que está abierto es consciente de los desafíos que surgen de las circunstancias, tanto externas como internas.
Pero entonces, ¿qué es lo que constituye un desafío? Un desafío es aquello para lo cual no existe explicación en el campo de lo conocido. Es lo inexplicado lo que plantea un desafío donde quiera que se presenta. Un organismo para el cual no existe nada por explicar, evidentemente está muerto. Es lo inexplicado que contiene la base de la verdad viviente lo único que puede impartir vitalidad. Cuando los miembros de una organización no descubren el impacto de lo inexplicado, entonces es que esta organización es inconsciente del desafío. El desafío de lo inexplicado evoca un espíritu de investigación, y es la investigación lo que da nacimiento a la energía y a la vitalidad. Pero tiene que ser una investigación, no mera curiosidad. La curiosidad es superficial, mientras que la investigación aflora desde los niveles más profundos de la propia conciencia.
Volviendo a la Sociedad Teosófica, se pueden hacer estas preguntas: ¿estamos animados de ese sentido de investigación? ¿descubrimos en nuestros estudios y reflexiones algo que no esté explicado? Se dice, y con razón, que si conociéramos todas las respuestas entonces puede que no hiciéramos todas las preguntas. ¿Contiene respuestas para todo la filosofía a la que nosotros somos fieles? Si es así, entonces no hay motivo para una ulterior investigación. En realidad, la vida es tan ilimitada en su profundidad que ninguna filosofía, por sublime y maravillosa que sea, puede sondearla plenamente. Una filosofía puede contar las olas de la superficie pero no puede sondear las profundidades infinitas del océano de la vida. Si decimos que conocemos las respuestas a todos los problemas, es completamente evidente que no hemos expresado todas las preguntas ante los fenómenos con los que nos enfrentamos. El Tercer Objeto de la S.T. habla de la investigación de lo inexplicado. Pero no hay nada que explicar, entonces ese Objeto no tiene validez. No estamos hablando precisamente de los poderes latentes en el hombre, porque ese parece ser el instrumento que puede descifrar el misterio de lo inexplicado. Aquí nos referimos a la formulación de las esferas de lo inexplicado, si es que tales esferas existen, en el campo de nuestro conocimiento de la Teosofía.
Es de la formulación de lo inexplicado que depende la posibilidad de la revitalización de nuestra vida individual y de organización.
Es cierto que HPB. pasó la mayor parte de la vida afrontando las preguntas planteadas por la ciencia física de su tiempo. Consiguió que sus lectores fueran plenamente conscientes de lo que la ciencia materialista de su tiempo no explicaba. Ella decía a los científicos de su época que había más cosas en el cielo y en la tierra de las que ellos conocían. Fue esta constante respuesta al desafío de su época lo que infundió vitalidad al movimiento teosófico.
Ahora la situación ha cambiado. Actualmente ya no estamos tan enfrentados a la ciencia materialista o a la filosofía por parte de los intelectuales. La ciencia física todavía mantiene la posición de punta de lanza, la cresta de la ola de la vida intelectual. Sin embargo, hay un cambio de clima que impregna todas las esferas del pensamiento, de la física, de la biología, ciencias sociales, arte literatura y todas las demás disciplinas.
Todas ellas están tanteando, buscando respuesta a lo inexplicado, nosotros hemos dejado de interesarnos por lo inexplicado de la ciencia materialista de la vida y del universo.
Frank Capra, el autor de El Tao de la Física, dice en su último libro El Punto Crucial:
En el siglo XX los físicos se enfrentan, por primera vez, al serio desafío de su capacidad para comprender el universo. Cada vez que ellos hacían una pregunta a la naturaleza en un experimento atómico, la naturaleza respondía con una paradoja y cuanto más trataban de clarificar la situación, más aguda se volvía la paradoja. En la lucha por conseguir esta nueva realidad, los científicos llegaron a ser dolorosamente conscientes de que sus conceptos básicos, su lenguaje y todo su modo de pensar, resultaban inadecuados para describir los fenómenos atómicos...
De este modo, las paradojas de la naturaleza percibidas en los fenómenos atómicos se han convertido en lo inexplicado para la ciencia moderna. Una paradoja no puede resolverse con la mente por medio de su instrumento, la lógica. Pero este lenguaje de la paradoja se ve también actualmente en la filosofía. Uno de los pensadores de vanguardia de nuestra época, J. Krishnamurti, dice que la recta percepción sólo es posible cuando no existe ni el percibidor ni lo percibido. Si esto es así, entonces, ¿ quién es el que percibe, y qué es lo percibido?
Él dice, en otro lugar, que tiene que existir lo desconocido para percibir lo desconocible. La psicología moderna habla de la naturaleza masculina y femenina de la conciencia operando conjuntamente. Pueden darse ejemplos parecidos proclamados por otras disciplinas en nuestros días. Estos son algunos de los ejemplos de lo inexplicado vistos por personas en diferentes campos del conocimiento. En realidad, estamos recordando lo que dice el científico John Wheeler: “Nuestro incesante aumento de conocimiento en los detalles nos ha llevado a un incesante aumento de la ignorancia del Todo”.
Se puede citar muchos ejemplos de lo inexplicado de los cuales hablan diferentes ramas del conocimiento. Es esta conciencia de lo inexplicado lo que mantiene viva la llama de la investigación, la cual, a su vez, libera cada vez más energía, necesaria para proseguir la línea de investigación.
¿Observamos alguna indicación de lo inexplicado en nuestros estudios y en nuestro enfoque de la Teosofía moderna?.
El cuarto Presidente Internacional de la Sociedad Teosófica, el señor C.Jinarajadasa, escribió: “En realidad, en la Teosofía no disponemos de la totalidad del conocimiento de todos los hechos, sólo se nos han dado unas cuantas realidades y unas cuantas leyes, suficientes para estimularnos al estudio y al descubrimiento, pero quedan innumerables lagunas para ser llenadas”.
¿Cuáles son estas lagunas? Evidentemente, son lo inexplicado para nuestra comprensión de la Teosofía.
Sólo de los caminos de la investigación que emergen de esta concienciación de las lagunas se liberará esa nueva vitalidad para vivificar nuestros esfuerzos individuales y colectivos. Esta es la urgente necesidad hoy en día para que el futuro de la Sociedad Teosófica siga en esta cresta de la ola de la investigación, cómo y cuando se establezca.
¿Somos conscientes de las lagunas de nuestra comprensión de la Teosofía?. La siguiente lista de algunas de ellas sólo es ilustrativa y no exhaustiva. Los trabajadores y los miembros de la Sociedad tendrán qué añadir a esta lista y solamente entonces el tercer Objeto de la Sociedad será pertinente al caso en la vida de sus miembros. Sólo entonces la Sociedad entrará en una nueva fase: la fase de la investigación de las leyes inexplicadas de la naturaleza.
1. La Evolución
Este es el principio básico de la Teosofía moderna. En el siglo XIX, la ciencia lo proclamó como teoría fundamental universalmente aceptada para la explicación de los fenómenos del universo. La Teosofía lo aceptó como uno de sus postulados. Esta teoría habla de la herencia y de la mutación. Se trata de un concepto de continuidad, de continuidad sin fin.
Pero, ¿qué pasa con la idea de la mutación que la ciencia todavía discute en la actualidad, en la era post-darwiniana? ¿Cómo llegan las nuevas especies? ¿Cuál es la explicación teosófica?.
Con toda seguridad que la mutación no puede explicarse en términos de continuidad. La evolución debe significar discontinuidad en medio de la continuidad. Se puede preguntar, ¿discontinuidad de qué? Esta es una pregunta de la Teosofía moderna.
2. Karma
Esta es una de las principales doctrinas de la Teosofía. Dice que el hombre es el creador de su propio destino.
Pero, ¿es esto cierto? ¿qué sucede con el pasado que se proyecta a sí mismo en el presente? Si el hombre no es libre hoy, ¿cómo puede ser libre para moldear su propio futuro? Si está condicionado por el pasado y demás, a menos que hoy sea libre de ese condicionamiento, ¿cómo puede ser el forjador de su destino, si el pasado está siempre presente en forma de memoria? Apenas si en la literatura teosófica moderna existe algún tratado sobre los problemas de la memoria.
Según la teoría del Karma, las causas generadas en el pasado tienen sus efectos en el presente. ¿cómo puede el hombre librarse de las causas pasadas? ¿Son las causas y el efecto dos fenómenos separados? Si la causa está en el efecto, ¿cómo podemos descubrirlo? ¿Es invisible y se requiere desarrollo psíquico para percibirlo? ¿O bien es intangible, imperceptiblemente presente en el efecto?. Esta es otra laguna inexplicada en la Teosofía moderna que exige una investigación en los problemas de la memoria.
3. La Reencarnación
Este es otro postulado de la Teosofía moderna.
¿Es precisamente un principio de reiteración?. Si es así, difícilmente tiene ningún significado como a tal una repetición que no pueda contribuir al progreso evolutivo. La reencarnación debe estar armonizada con la renovación. Solo la renovación hace que la reencarnación tenga sentido. Y la renovación no exige apartarse de la encarnación. En realidad la renovación puede suceder día a día, momento a momento. La Teosofía no trata del tema de la renovación como una razón por la cual la reencarnación pueda tener lugar intencionadamente. He aquí otro aspecto de lo inexplicado.
4. La Muerte
La Teosofía moderna, al igual que otras literaturas religiosas, ha tratado de la muerte en términos de la existencia después de la muerte.
¿Puede la vida después de la muerte explicar el significado de la muerte?. El estado post mortem sólo habla de una continuidad modificada; pero la muerte no es precisamente una modificación de la continuidad de la existencia física. La muerte es una experiencia de discontinuidad. La Teosofía moderna no habla del estado de discontinuidad donde sólo puede comprenderse la muerte. La continuidad o la continuidad modificada no puede explicar la muerte. El estado de discontinuidad indica otra área de lo inexplicado en la Teosofía moderna.
5. La Constitución del Hombre
La Teosofía habla de la constitución septenaria del hombre. Uno puede adentrarse en los siete niveles de la constitución del hombre y, sin embargo, puede no descubrir al hombre. La constitución del hombre es sólo la casa en la que el hombre vive. La casa puede tener muchos pisos pero en consecuencia, esta gran mansión es solamente una casa.
Entonces ¿dónde está el morador de la casa? Está intangiblemente presente en todas las habitaciones de todos los pisos. Se puede estar en posesión de todos los pisos. Se puede estar en posesión de todos los detalles concernientes a planos tras plano, y sin embargo puede no verse al hombre. Él está presente en todos los rincones y esquinas de la casa; pero lo está intangiblemente y no invisiblemente. ¿Cómo podemos ser consciente de la presencia intangible del hombre? Mientras que la Teosofía habla de lo invisible guarda silencio sobre la cuestión de lo intangible.
6. El Sendero Espiritual
¿Se divide el sendero en diferentes etapas? ¿O bien la espiritualidad es una experiencia de conjunto?
¿Qué es lo quiere significar el Maestro cuando dice en una de sus cartas: “Nosotros no somos Adeptos durante las veinticuatro horas” ¿Son Adeptos durante una parte del día, y no adeptos durante el resto de la jornada?
¿Es la espiritualidad una etapa o un estado? Se puede diseccionar el sendero en etapas, pero esa disección es una negación de la espiritualidad. Una discusión del sendero espiritual en términos de estado casi no se toca en la moderna literatura teosófica. El estado no se encamina hacia la continuidad; es una experiencia discontinua. Las etapas del sendero hablan de él en términos de continuidad y por esta razón es una negación de la experiencia espiritual. El sendero espiritual es un estado de conciencia; si ello es así, deja de ser un sendero . Es una realidad sin sendero. También esto tiene que ser investigado.
7. La Unidad de Vida
Esto es casi la base de la Teosofía moderna.
¿Qué significa esta unidad? ¿ Se trata de uniformidad? Porque la vida aparece diversa en cada nivel. ¿Cómo debe considerarse la unidad cuando la diversidad es visible a todos los niveles? ¿Se llega a la unidad seleccionando las similitudes de los diferentes fenómenos? ¿Es la reunión de similitudes idénticas a la unidad?
Esto es lo que se ha conseguido cuando se habla de la unidad esencial de las religiones; las semejanzas en las diferentes religiones. A duras penas se habla de la unidad de las religiones en el contexto de una unidad de cada religión. Descubrir la unidad en el contexto de la unicidad de cada religión significaría realmente el principio de unidad, y no una reunión de similitudes.
¿Cómo se va a descubrir la unidad en la unicidad? Una vez más, es necesario un modo de pensar renovado sobre esta cuestión en Teosofía.
8. Lo Oculto y lo Místico
La moderna literatura teosófica es amplia y variada sobre el tema del ocultismo - el cual es psiquismo superior - o tal como dijo C.W.Leadbeater, es la esencia de lo invisible.
La Teosofía moderna ha contribuido con mucha profusión, a través de sus muchos libros, a diferentes aspectos del ocultismo.
Al igual que la ciencia, el ocultismo actúa en el campo de la dualidad. La dualidad del percibidor y de lo percibido se encuentra en todas las investigaciones ocultas.
Pero uno puede preguntarse cómo comprender la siguiente afirmación que aparece en Luz en el Sendero:
Mantente firme en aquello que no tiene substancia ni existencia.
Esta fantasía no consiste solamente en una fantasía poética. Es una afirmación que no puede explicarse en términos de ocultismo. La ciencia y el ocultismo tienen que ver con el mundo manifestado, físico y superfísico respectivamente.
Pero entonces, ¿qué pasa con el misticismo? Este tiene que ver con lo inmanifestado. Mientras el ocultismo trata de lo invisible, el misticismo atañe a lo intangible.
La afirmación antes citada de Luz en el Sendero se refiere a la experiencia mística. Pero entonces, ¿cuál es la relación entre la parte derecha del cerebro y la parte izquierda de la que habla la moderna psicología? Esto no se trata en la Teosofía moderna.
Las religiones también hablan de lo absoluto, particularmente la filosofía Vedanta de la India. Pero no hablan de la relación entre lo absoluto y lo relativo. Esto es lo inexplicado en el campo de la religión lo mismo que en el campo de la Teosofía moderna.
¿Cuál es la relación entre la mente y el cerebro?
Krishnamurti, en su última charla en 1986, en Madrás, dijo: “la mente puede comunicarse con el cerebro” ¿Cómo tiene lugar esta comunicación? Y,¿ puede el cerebro comunicarse con la mente?
Y del mismo modo que hay muchas áreas inexplicadas en la ciencia, la psicología, la religión y la filosofía, también hay áreas inexplicadas en la Teosofía moderna.
Estas son algunas de las lagunas en la Teosofía moderna. La concienciación de éstas y de muchas otras es de urgente necesidad para la revitalización de la Teosofía. Esta concienciación traerá al investigador desafío trás desafío.
El estudiante teosófico empezará a investigar las explicaciones de lo inexplicado. Y es esta investigación la que liberará más energía, la cual es necesaria tanto para la revitalización del individuo como para la organización a la que pertenece.
Necesitamos explorar nuevas áreas de la Teosofía y de esta manera avanzar desde lo invisible a lo intangible. Familiarizado de lleno el estudiante con la Teosofía de lo invisible debe empezar el viaje de su aventura en el campo de lo intangible.
Así, sólo cuando el estudiante teosófico empiece su investigación de las leyes inexplicadas de la naturaleza es cuando descubrirá que las siguientes palabras del poeta inglés William Blake, no son una mera fantasía, sino una verdadera llamada a la conciencia de las expresiones místicas de la Teosofía moderna :
Ver un Mundo en un Grano de Arena,
Y el Cielo en una Flor Silvestre,
Retener el Infinito en la palma de la mano.
Y la Eternidad en una hora.
Esta es, evidentemente, la llamada de la Teosofía al mundo moderno; este es, evidentemente, el mundo a explorar.
En esta nueva aventura radica la regeneración del individuo y de la Sociedad a la que pertenece.
Publicado en The Thesophist, marzo 1989.